sábado, 13 de junio de 2020

María Elena Rodríguez ·"Rosita salta contigo o la vuelta al mundo"









María Elena Rodríguez Lara




Nací en Andalucía en la Colonia Alamos de la Ciudad de México un diez de junio del muuuuy lejano 1953.
 

1.
Mi Rayuela
 
Rosita brinca con la vida.

Cuando el sudor se mete a los ojos, arden en rojo e imaginas todo colorado, sólo deseas la eliminación inmediata de esa sensación incómoda. Eso sentía Rosita, la dueña de la fonda del mercado, ella ¡hace muchos años! procuraba con sus deliciosas viandas a vecinos, trabajadores y otros comerciantes de la zona, aunque ella misma también era tendera, obvio de comida preparada. 

Era una mujer pequeñita, de rostro cobrizo por tanta lumbre cercana a su cara, con un mandil impecable para cubrir su diminuto cuerpo obeso, debido a que ella misma no podía evitar saborear sus propios guisos: enchiladas en salsa verde, cecina con frijoles, y ya no recuerdo el menú completo. 

Para quitarse el miedo decidió abandonar la fonda un ratito, nada más un santiamén. Salió al parque con un mecate a modo de cuerda se acomodó por el pasillo de los juegos infantiles y dio cuerda a la brincadera, en cada salto salían un montón de gotas con pesares, amarguras y muchos miedos; chispas azules y coloridas por la luz traslucida emanada de los mismos sudores, excretaban espantos colectivos, salían y salían sin parar y a Rosita dejó de importarle su propio peso y seguía dando vuelta a la cuerda.  
Sentir la expulsión del miedo era como sentir la gloria, o el nirvana. Ella sabía que su vida ahora seria a grandes saltos.
 
Rosita llegó a su casa cansada, su estómago ardía intensamente, sólo era la fatiga ¡estuvo todo el día brincando! Ella lo sabía muy bien “el que no corre no alcanza y al que mucho corre se le cae la panza” oyó a lo lejos como un tenue segundo plano. Rápidamente dispuso todo en orden y durmió profundo para serenar el cansancio.
 
Se soñó pequeña de trenzas con listones rojos, y muchas vocecitas como murmullo acelerado decían en tono bajo - “las niñas bonitas no pagan dinero, 1, 2, 3, la que no brinque es sapo, 1, 2, 3, 4” 

Mientras veía con atención y sobresalto el balanceo de la cuerda, sin parpadear ni dejar de mirarla se echó sobre la soga sin respiro, brincando alto para que sus pies no la tocaran y así seguir saltando, ¡brincó y brincó! solo mirando de reojo las formas caprichosas de su sombra dibujada debajo de los pies en cada pirueta mientras las  compañeras de siempre de la escuela, daban vuelta a la lazada. Sintió miles de gotículas desprendidas de su cuerpo en cada exhalación, ellas, las gotitas, cargaban todos los miedos concentrados, los malos sueños y sus enfermedades de niña. 
 
Después siguió con esa extraña experiencia de verse a sí misma en sueños, abstraída, distraída, ída frente a un dibujo a gis en el suelo, le llamaban La Rayuela, ella imaginó un avión de diez asientos en posiciones de uno y dos hasta llegar al diez; algo así como empezar en la tierra, suelo inicio y avanzar hacia arriba cielo fin. 

“El patio de mi casa es particular, llueve y se moja como los demás”, escuchó en remotos sonidos estridentes de suave evocación, lejos muy allá.
 
Se vio con un vestido nuevo tirando una piedra como un entendido beisbolista, usando al mismo tiempo su estilo viejo de brincar sin distraerse siquiera para llevar un poco de oxigeno a sus pulmones para abalanzarse con un solo pie hacia el asiento del avión donde llegó la piedra, sólo se detuvo un instante para reflexionar sobre incontables brincos dados, no había parado desde el inició del prolongado sueño. 

De su cuerpo habían irradiado gotitas de incertidumbre adolescente germinando las gardenias del parque que habían crecido interminablemente ensombreciendo las higueras, ¿o era al revés? Nunca se supo por qué las gotas humedecieron todas las plantas ahí existentes. 
   
Hasta en sus sueños, Rosita conocía la importancia de brincar, así traspasaba sus blindajes emocionales ¿siempre lo supo? O quizá no, porque la verdad nunca se lo preguntó a nadie, ni a ella misma.
 
Despertó bañada en sudor y con escalofríos, lo primero que miró fue el calendario ¿era lunes, o martes, o no importaba? Se preguntó a sí misma sin dejar de sorprenderle la fecha: 2 de junio leyó.

Salió a la calle y únicamente vio un letrero metálico pintado con negro y amarillo,  colgado  en la entrada del mercado, "¡Cuidado! Está usted entrando en zona de alto contagio$ leyó con tristeza. Todo estaba cerrado, recordó su confusión al despertar.

- ¡Mmmm! es día festivo -, pensó.
-Disculpe, ¿qué día es hoy? – preguntó a un vendedor ambulante quien mirándola con rudeza respondió casi a gritos, dando dos pasos hacia atrás y alejándose al mismo tiempo de ella.
– Es martes 2 de junio del 2020 ¡señora! -
Rosita brincó, quizá el salto más grande de su vida.Miles de gotitas de miedo se desparramaron sobre el suelo seco.Ayer cuando fue a dormir era 17 de julio de 1952, casi 68 años, no entendía nada, no había nada por comprender, no sabía nada ¿cómo viviría después de tanto tiempo? ¿Cómo pueden ser las actividades normales en el 2020?
¿cómo viviría esta nueva normalidad?Rosita reflexionó un instante y eligió soñar para seguir brincando.

2. 
Instrucciones para llorar cuando se cuenta un cuento

Es usted una señora cuentacuentos, estudiosa del aparato fonador para ayudar a su voz a salir diáfana desde el diafragma en una escala tonal y vibraciones impecables y está usted narrando “Historia de una madre” de Hans Christian Andersen, “Descripción de la peste negra por Giovanni Boccaccio” o “Año nuevo” de Inés Arredondo. Maravillosos relatos devastadores, espeluznantes, apocalípticos que la invaden de tristeza, soledad, vacío. Por eso empieza a contraerse su rostro, a resbalar mucosidades de su nariz y le dan ganas de llorar con vehemencia incontenible, sobre todo porque el primer cuento es ¡para niños! 




 
Cierre los ojos, respire suavemente, piense ¡Vale la pena, pero ahora no!
De manera inevitable llegará el llanto, aplique la intención paradójica y dígase: muestra el significado de llorar y llora como si no hubiera mañana, llora como magdalena y muestra al mundo un llanto colosal.

La duración media es de tres minutos, como dice Cortázar.


Pasan rápido.







Segunda entrega de Maria Elena.





Un paréntesis

Soy María Elena Rodríguez Lara, alguna vez fui profesora universitaria, también fui Doctora en educación, Maestra, Licenciada en Psicología y escribí varios libros académicos. Ahora sólo soy viajera, buscadora, pata de perro, puente, faro y quiero escribir y escribir.

Escribo porque me siento libre, rebelde y joven; desde niña he sido una lectora desaforada y de ahí surgieron intenciones muy profundas por la escritura y ahora quiero dedicar a mis nietos algunos libros de cuentos y narraciones. Nací en la Ciudad de México en 1953.


Haikús

Corona...

Uno

Llegó al planeta,

lo habitó con pasión

amorosamente maligna.

Dos

Viajó por todo el mundo,

amó a todas las personas

hasta el tóxico contagio.

Tres

No sabemos de dónde vino.

Dudamos…

Nos contagió.


Confinada

Piso a diario la condena incierta,

la prórroga del abrazo, del beso consumido

en la distancia inflexible y limitante

de un tiempo irreversible.


Cercada por paredes blancas como la nieve,

con verdes ilusiones enclaustradas como el jardín de enfrente.

Sin embargo, la vida clama su dolor a ese horizonte.


Desde mi ventana miro las campanas de la iglesia.

No saben a quién, ¡sólo llaman!


La poesía y la rayuela buscan las palabras clave

que sirvan para prolongar el sueño,

para soñar lo soñado como el preludio de un nuevo sueño.


El confinamiento se esconde en los rincones,

y ni mi forzada alegría

consigue descubrirlo.

Estoy segura de la finitud del tiempo.


Perdida

Hace muchos días, ¡no recuerdo el primero!

Mi casa es como un muelle

afianzado a un lecho impredecible

de agua danzarina, intensa,

silenciosa, diáfana, también

turbulenta, y sonora.

Agua de sueños y poesías.


Como nube solitaria

se sujeta firmemente,

a un cielo inmenso que la sostiene.


Las tareas habituales, se esfuman

las ilusiones, las pasiones y los anhelos, se contienen.

Son semillas confundidas, no germinan,

¡se abruman! ¡se asombran! ¡dudan!


A veces, me siento pasajera de un enorme barco

que encalla en el muelle de luz y de horizonte.

Tiene anclajes sagrados, apacibles

tiempos y ancestros de nuestras tribus.

Fondea tu clan y el mío.


Otras veces, forcejeo con una amarra de nostalgias,

perdida de liar con la pandemia,

Mi casa es como un muelle, me libera.

Y un gran barco de esperanzas,

listo a zarpar por siempre

antes del final de la tormenta.


Llegarán muchos buques.

Mi casa será como un muelle bondadoso,

los mares, las ciudades, los puertos

ahí seguirán: con mis amores.


Agradecida doy la vuelta al mundo

¡Oh, maravillosas e innumerables avenidas de esta hermosa ciudad que nos espera imperturbable! ¿Dónde está mi padre que me explicó la historia de las calles, los barrancos, los ríos y los trenes? ¡Veo atónita a las niñas de entonces, de allá! De avenida del Taller, desde donde miro asombrada las canicas, el avión, el yoyo, la pirinola, la matatena y los escondites. Rememoro las horas soleadas frente a los ríos, la tersura de la arena en las playas, Cancún, del Carmen, Vallarta, las colinas rocosas de Mazunte; el picor de la sal del atardecer inolvidable de cielos revoltosos como el mangle. Las caricias estremecedoras de las montañas repelentes de amores cercanos. Siento el revuelo migratorio de millones de aves que alborotan mi pensamiento y me hacen evocar con aturdimiento los bulevares en París, Buenos Aires, Lisboa, Segovia, Estambul, Moscú y quizá New York o Chicago. Soy inventora de mí y me veo en zuecos con profundos sentimientos de exiliada… 

Exiliada aquí… construyo escenarios de migrantes donde represento las historias más dramáticas de las literaturas aprendidas en otros tiempos porque me siento repatriada de mis calles, cuando esto pasa vienen pájaros amarillos y escarlatas trinando a mi puerta mostrándome riquezas inauditas de esperanza, me hablan de todas mis personas favoritas, ¡de mis amores! Hoy virtuales. Son los tesoros que encontraremos a nuestra salida cuando ya no estemos desterrados, son las claves del amor.

¡Por fin veo lo que sigue! Me siento agradecida.



Bendita cuarentena

Bendita cuarentena Elena.

Cuaretérea cuareterna cuarentretenida.

Cuarentena Elena.

Cuarentrecortada eternizada entrecortada.

¡Maldita cuarentena!















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