sábado, 13 de junio de 2020

María José Eguiarte "Médula fantasma"


María José Eguiarte

Mi Rayuela



1.
Médula se encuentra a si misma

Llegué a un pasillo  de dimensiones poco convencionales. Caminé por el pasillo que estaba obscuro, pero bien iluminado por la luz de la luna. La luz se metía entre los árboles de manera que al pasillo llegaban ciertos destellos en formas extrañas a través de los grandes ventanales, casi llegaban a tocar el suelo. 

Normalmente me hubiera dado miedo, soy una persona muy miedosa. Hay días que tengo que tomar algo para dormir porque cualquier movimiento en falso me imagino una bola de historias que a veces a hasta me las creo, si hubiera sido una noche normal hubiera visto miles de figuras, pero el pasillo era diferente. 

No sabía lo que estaba haciendo ahí, como si de momento hubiera perdido la memoria. ¿Cómo llegue? ¿dónde estaba? ¿era mi casa o estaba soñando? No sé, como que me sentía más liviana de lo habitual y me daba cierta tranquilidad estar ahí.

Anoche me quedé dormida, era una noche de invierno ¿o era tarde? ¿o era día? . Sin embargo, en aquel pasillo, sin lámparas ni sillas, me encontraba yo muy templada, pues no hacía calor ni frío. 

Sentía una extraña libertad, uno de esos pocos momentos de mi temerosa vida en los que no me atormentaban todas esas cosas a las que les temía. Al final del pasillo ví una puerta medio abierta y se me hizo extraño porque de haber estado durmiendo ahí la habría cerrado con candado, pues no fuera a entrar algún ser extraño mientras dormía. Es una puerta  tono color vino. De dimensiones poco convencionales.

Voltee a ver mis pies, como pidiéndoles permiso para caminar hacia aquella puerta. Y no tuvieron que contestar, pero sabía yo que me lo habían permitido. Sabía que eran mis pies porque al verlos note esa asquerosa ampolla que me salió en mi carrera de la mañana (corrí 25 km, necesitaba respirar). 

Caminé sin pensarlo más, pero más bien como que flotaba. Llegué rápido y abrí la puerta, mi olfato detectó aromas conocidos, era mi mismo olor, olor a mí. Como esas veces que llegas de viaje y te has desacostumbrado al olor de tu cuarto, ese era el aroma.

Mire a la derecha y vi a alguien dormir ¿quién sería? ¿por qué querría ir a ver a esa persona dormir? ¿tendría algo que decirle? Me quede esperando a pasmada qué pasaría si esa persona despertara y me viera ahí ¿qué le iba yo a decir? ¿cómo llegué? ¿qué estaba haciendo yo en su cuarto tan tarde?

Comenzó a mover su cuerpo dentro aún de la cama y se destapó. Era mujer, pues tenía el pelo largo. Notaba que estaba dormida aún pero seguramente su inconsciente ya había notado mi presencia. Me quedé inmóvil unos segundos que se me pasaron bastante largo ¿o habrán sido minutos? Vaya no lo sé, pero de pronto se empezó a mover y a mi se me empezó quitar esa tranquilidad por la que caminé por el pasillo unos momentos antes. 

Con el movimiento de aquella persona entraban mis miedos. Intenté voltear hacia otro lado y vi una ventana en la que también se veía la luna, en el fondo del cuarto vi unos zapatos que se parecían mucho a los míos, aquellos que había dejado a un lado de mi cama justo antes de dormir. De hecho, había muchas cosas muy similares, pero todo era un tanto más oscuro.

De pronto sentí una mirada penetrante, la sentí con todo mi instinto, me recorrió la piel. Voltee de nuevo a ver si la mujer dormida había logrado despertar, para ver si podría decirme ella que era lo que yo hacía ahí. La vi y me quedé helada, se parecía mucho a mi, pero mucho. Ella también estaba helada, así como yo no podía hablar. 

Ambas sabíamos que lo que estaba pasando era una locura, como mínimo. Entonces me pregunto ¿Médula, eres tú? La respuesta fue un ‘sí’ a secas así que prendió la luz del cuarto y así estaba yo, viendo a mi otro yo, exactamente igual a mi. Y yo le pregunté como reflejo ¿Médula, eres tú? Respondió un sí lo soy. Ambas entonces  nos congelamos.




2.

INSTRUCCIONES PARA PREGUNTAR

-Cada sonido, cada palabra, cada sabor, cada forma y cada color tiene su origen terrenal. Son los sentidos con los que nuestro cuerpo experimente tales orígenes. 

-Pero hay algo más que los sentidos que le da vida y esencia a nuestro entorno. La responsable de esto es la conciencia. 

-Hay conciencias más grandes que otras, unas que crean y otras que creen. En mi opinión, la diferencia suele estar en la capacidad de preguntar. 

-La pregunta es la esencia de la conciencia y, por ende, también de la ciencia. No importa la calidad de la pregunta, pues preguntar es cómo ejercitar. 

-Sólo preguntando se encontrará la esencia de aquello a lo que llamamos conciencia. Y no importa si las preguntas son infinitas, pues las respuestas también lo serán y sólo al preguntar aprenderás a contestar. 

-Así como uno trabaja el cuerpo al ejercitar, la mente enfoca la atención  al realizar una pregunta.

 -Así que si quieres encontrar  la esencia a tu conciencia: puedes hacer tus instrucciones para preguntar y  preguntar.



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