Paco Puente
Nació en la Ciudad de México en 1945, actualmente radica en esa ciudad. Ha sido un escritor amateur a lo largo de su vida. A pesar de tener muchos tiempo escribiendo, es en este blog la primera vez que Paco publica una parte de su trabajo de años: poemas, genealogía familiar, autobiografías, y publicará próximamente obra varia.
Preámbulo
El presente blog incluye una parte de mis aportaciones al taller de escritura creativa de Edna Aponte, mi querida guía. Cubre un espacio de muchos años de mi vida como escritor, desde16 años hasta pasados los setenta y cinco.
Los textos y poemas que aparecen en las primeras páginas fueron hechos siguiendo la metodología de Edna , de la escritura invisible. El resto del material que presento en este blog (pags 29 a 70) es una selección de versos anteriores de varias etapas con el objetivo de mostrar mi evolución tanto como persona como escritor. El relación al método de Edna: La Escritura Invisible, me ayudó a superar algunas creencias en cuestión de escritura, muchas de ellas limitantes.
Con el uso de la Rayuela, como la de Cortazar, me enseño a dejar a un lado el mito del orden la posibilidad de saltar de un tema y tiempo a otro.Utilizando “Acuérdate” como primera palabra de un texto abre las puerta a la intimidad con alguien, a recuerdos compartidos.La “carta a mi mismo”, me llevo a reflexionar sobre mi vida de una manera bastante profunda.
“El poema de mi vida”, me llevó a hacer un recuento de distintas épocas y fases que viví y me motivó a incluir poemas escritos en distintas etapas.
“La maleta del olvido”, ó en busca de historias perdidas, abre un gran recurso para explorar otras épocas, viajando al pasado lo que nos permite comparar las intenciones originales, puestas en la vieja maletita, con del devenir de la realidad.
Edna, muchas gracias por compartir tu experiencia con nosotros. Sólo tengo una queja de nuestro taller y esta es que durase tan poco tiempo.
Paco, ciudad de México, enero de 2021
La ilusión
Estoy deseando subirme a un tren que hace mucho que pasó. Estudio, me preparo, pienso en ello, corro. Quiero alcanzar el tren, aunque sea un vagón de tercera clase. Mis sueños de adolescente de ser escritor, y algún día convertirme en Premio Nobel, quedaron en eso, en sueños. No tuve el valor o la total convicción para enfrentarme a mi medio burgués y decirles que no era lo mío. Que quería probar vivir en y del mundo de las letras. Las dudas sobre mi capacidad como escritor aunadas a mis gustos burgueses y mi niñez sobreprotegida me trabajaron en contra. La contradicción , un pequeño burgués donde el éxito se mide en lo económico con todos sus símbolos: ropa, autos, casas, viajes y porque no una o varias amantes, queriendo ser un bohemio libre en donde el dinero es más la consecuencia de la materialización de un sueño que un objetivo en si. Una vocación en la que lo importante es expresarse, compartir la visión de las cosas, vaciar el alma sobre el papel, ser leído, y tal vez algún día ser reconocido por su sensibilidad y profundidad de pensamiento. No me sentía con la fuerza suficiente para enfrentarme yo solo contra mi mundo. Del lado tradicional tenia todo el apoyo, aceptación, consejo y hasta dinero que requiriese. Nunca pasé hambre ni me troné los dedos al no poder pagar una renta.En los momentos de alta emotividad regresaba, volvía a analizar este tema, llegando a la misma conclusión. Seguir por el camino en que mi familia me había iniciado.En palabras de mi abuela :
–Todos los hombres de tu familia han sido importantes. Infiriendo que más me valía serlo a mi también. Cuando más cerca estuve de cambiar el rumbo de mi vida fue cuando me gradué de la maestría en Administración en Detroit. Ese día lo recuerdo con horror, es el día que más deprimido me he sentido en toda mi vida. Al terminar la maestría se acababa mi vida de estudiante.Además de mis dudas existenciales y vocacionales, la soledad, la distancia con mis amigos, el gran esfuerzo de horas y horas para sacar adelante los estudios, los fríos inviernos y las noches tan largas, con días que apenas se asomaban, como que no querían aparecer en escena, me deprimieron aún más. Me identificaba con las canciones de Simon & Garfunkel, en particular con “The sounds of silence”.Al año me empecé a medicar bajo supervisión profesional, a pesar de eso, el vacío y la tristeza que sentía eran muy profundos. Me planteaba como opciones regresar a México a un trabajo que me habían ofrecido, quedarme a vivir en Detroit y trabajar en una librería como dependiente o pegarme un tiro.
Cuando, regresando de Detroit, inicie psicoanálisis, mi analista se burló de mi, me dijo: Y de que vas a escribir Paco, ¿de las reuniones familiares?, ¿o de que delicias comieron el domingo? Es obvio que no me pegué el tiro pues sigo todavía por aquí. Regresé a México, acepté el trabajo que me habían ofrecido- que por cierto era bien pagado. Y dejé otra vez que el tren de mis sueños partiera una vez más sin mi.
La novela perdida
¿Cómo se perdió si nunca ha existido? Los personajes flotan en mi mente queriendo asomarse. Son tímidos, inseguros, no se atreven a decir <<¡aquí estoy!>>. Siguen como ideas borrosas, como realidades no–realidades, en mi confusa mente de autor.
Los posibles personajes cambian con las estaciones del año, con la hora del día, con el humor que amanecí o con la última experiencia que tuve. Hay momentos en los que un personaje quiere tomar la delantera, a las pocas horas otro es el que va al frente. Cualquier vivencia, propia u observada, resulta en una posible relatoria.
¿Será el tema central la vida de Manolo?, ¿o la de Lupita, la de Eliseo, Beatriz, Paloma o Ignacio…? Las posibles tramas compiten por ganar. Una idea critica a las otras, las devalúa tratando de quitarlas del escenario. Salta una, luego otra.
La definición del género de la novela suscita un diálogo continuo conmigo, el escritor. ¿Será una novela policiaca?, ¿histórica?, ¿erótica?, ¿política?,¿de guerra?, ¿religiosa?, ¿costumbrista?, ¿existencial? o ¿romántica? –me pregunto
Mi gran incógnita como autor y personaje de mi libro es: cómo y con quién quiero pasar los siguientes meses o años. ¿ser parte de una aventura?, ¿de un el reto? O ¿acaso quiero vivir con la miseria, la violencia, el abandono y la guerra? Prefiero hacerlo con el amor, la paz, la belleza y el sexo. La desesperanza también puede ser mi compañera, aunque es un a mala y triste compañía, no me siento cómodo de invitarla a compartir mis días.
Me siento como un caballo sobrado, deseoso de salir a campo abierto y correr sin límites. ¿Por qué camino?, es mi gran duda.
En que geografía, país o región quisiera que se desarrolle. ¿En que época?, las posibilidades me llevan desde los hombres de Neandertal hasta los habitantes del futuro. Su ubicación desde Nueva York o París hasta la miscelánea de la esquina de mi casa.
Para escribir hay que decidir. El caballo está inquieto, estoy sobre él con la rienda tensa. Siento su agitación, sus pasos nerviosos, contenidos, llenos de energía. Percibo, su fuerte resoplido, siento su deseo –me pregunto: ¿Cómo lo dejo correr?–.
Escribir por escribir, no tiene sentido. Es un ejercicio mecánico. Lo importante es lo que hay que decir; dejar un pedazo de alma en cada historia, en cada libro, en cada pasaje , en cada personaje. Sembrar muchas preguntas, o al menos una: ¿Por qué y para qué diablos vivimos?
Un libro, una novela, es nuestro legado a la eternidad.
Juana
Acuérdate de cuando me escribías al menos una vez por semana mientras estudiaba en Detroit. Esperaba tus cartas con impaciencia y deseo de saber como estabas. ¿Como transcurría la vida en México?, ¿como estaban nuestros amigos?
Nos conocimos en medio movimiento del 68. ¿Te acuerdas las dos manifestaciones a las que fuimos? Tengo muy presente la imagen de nosotros marchando por Reforma en media protesta. Se sentía la inconformidad de toda la sociedad. Había estudiantes, amas de casa, albañiles, plomeros, oficinistas, doctores y ejecutivos. Todos estábamos allí para buscar un cambio, algo mejor.
Caminábamos muy juntos. Yo admiraba tu entusiasmo y entrega a la causa. La mera verdad mi pasión era muy inferior a la tuya. Estaba en las protestas por ti, para estar contigo. Por egoísta, por comodino, o por ambas cosas siempre he sido tibio en cuestiones sociales, o será porque no creo que realmente se puedan llegar a cambiar estructuras de años de un sistema, si bien anquilosado está funcionando hasta lo que puede dar.
Acuérdate de las apasionadas discusiones entre nosotros, de las noches en vela, tratando de arreglar el mundo, o al menos el nuestro.
Te acuerdas de que me esperabas por las mañanas en Insurgentes para llevarte al trabajo. Te recuerdo caminando. Garbosa con figura de mujer hermosa, muy bien dotada de formas y talentos, luciendo tu tupido cabello rojizo.
Nuestro pequeño universo de dos, no lo pudimos sostener. Mis miedos se sumaron a los tuyos y no nos dimos permiso de entregarnos. Éramos unos alborotadores muy tradicionales y castos. Mi fuego interno me dominaba, no podía seguir contigo y sin tu cuerpo, me estaba volviendo loco. Éramos libres para muchas cosas, pero para amarnos no.
Un día lleno de dolor , de frustración e ira te pedí a gritos que te bajases del auto a media avenida. No lo hiciste- que bueno-. Te dejé en la banqueta. Tras de una despedida soez de mi parte, arranqué el coche y nos alejamos para siempre de nuestras vidas.
De esa relación que no pudo culminar hoy me quedan las cartas que te escribí. Hace una veintena de años me las regresaste. Te acuerdas que cuando me las diste me dejaste como mensaje: “tienes el don, escribes bien, hazlo. “
Sin saberlo sembraste en mi ese mandato: ¡escribe!
Conforme pasa la vida y se acerca a su fin, escribir se ha ido convirtiendo en una forma de orar, en un dar gracias por lo vivido, una manera de tratar que la posteridad no se olvide de nosotros tan pronto, que nuestra presencia dure un poco más.
Tengo el deseo, aunque no se si algún día tenga el valor, o la oportunidad, de llevarte mis escritos, pedirte que los leas y que ratifiques o no tus comentarios de lustros atrás: ¡Tienes talento, escribe!
Carta a mi mismo
16 diciembre 2020
El día de hoy, de adulto a adulto siento esta carta, redundante, ya sabes todo de mí. ¿Para que te lo cuento? Si, mis pensamientos, cual grillos, saltan de un lado a otro. Pero tu estas aquí, tu los ves. Conoces mis intenciones y sentimientos ya sean de búsqueda, frustración o de amor.
Lo que, si te pudiese decir, a ti Paco de quince años, yo un viejo sesenta años mayor que tu, son dos consejos:
Cuida tu cuerpo. Yo di por sentado que el mío, con muy pocos cuidados seguiría bien hasta el día de mi muerte a pesar de mis muchos excesos, en el comer , beber, fumar, no ejercitarme y estresarme. No fue así. Esta carcaza, vehículo de mi existencia terrenal se ha deteriorado mucho más que la de otros contemporáneos.
¿Qué Cómo le vas a hacer?... Investiga , pero hazlo.
Hoy a esta vetusta edad tengo deseos de salir, viajar, bailar, hacer el amor, pasear, comer, celebrar …Por todos lados mi cuerpo me señala fallas y acabo sin poder concretar mis sueños.
Entrégate a algo, o a alguien, deja tu egoísmo fuera…los demás si existen. Sin embargo, quiérete, ámate, cuídate y protégete. Olvida los mandatos y las creencias que en el pasado te impusieron. Acuérdate eres libre, puedes decidir, tu misión es ser feliz.
Yo he cargado karmas y mandatos de varias generaciones atrás. ¡No lo hagas! No se puede reparar el pasado. Solo vive el instante, el aquí y ahora. Carpe Diem
Acuérdate de cuando me escribías al menos una vez por semana mientras estudiaba en Atlanta. Esperaba tus cartas con impaciencia y deseo de saber cómo estabas. ¿Cómo transcurría la vida en México?, ¿cómo estaban nuestros amigos?
Nos conocimos en medio movimiento del 68. ¿Te acuerdas las dos manifestaciones a las que fuimos? Tengo muy presente la imagen de nosotros marchando por Reforma en media protesta. Se sentía la inconformidad de toda la sociedad. Había estudiantes, amas de casa, albañiles, plomeros, oficinistas, doctores y ejecutivos. Todos estábamos allí para buscar un cambio, algo mejor.
Caminábamos muy juntos. Yo admiraba tu entusiasmo y entrega a la causa. La mera verdad mi pasión era muy inferior a la tuya. Estaba en las protestas por ti, para estar contigo. Por egoísta, por comodino, o por ambas cosas siempre he sido tibio en cuestiones sociales, o será porque no creo que realmente se puedan llegar a cambiar estructuras de años de un sistema, si bien anquilosado está funcionando hasta lo que puede dar. Acuérdate de las apasionadas discusiones entre nosotros, de las noches en vela, tratando de arreglar el mundo, o al menos el nuestro.Te acuerdas de que me esperabas por las mañanas en Insurgentes para llevarte al trabajo. Te recuerdo caminando. Garbosa con figura de mujer hermosa, muy bien dotada de formas y talentos, luciendo tu tupido cabello rojizo.
Nuestro pequeño universo de dos, no lo pudimos sostener. Mis miedos se sumaron a los tuyos y no nos dimos permiso de entregarnos. Éramos unos alborotadores muy tradicionales y castos. Mi fuego interno me dominaba, no podía seguir contigo y sin tu cuerpo, me estaba volviendo loco. Éramos libres para muchas cosas, pero para amarnos no.Un día lleno de dolor , de frustración e ira te pedí a gritos que te bajases del auto a media avenida. No lo hiciste- que bueno-. Te dejé en la banqueta. Tras de una despedida soez de mi parte, arranqué el coche y nos alejamos para siempre de nuestras vidas. De esa relación que no pudo culminar hoy me quedan las cartas que te escribí. Hace una veintena de años me las regresaste. Te acuerdas que cuando me las diste me dejaste como mensaje: “tienes el don, escribes bien, hazlo. “
Sin saberlo sembraste en mi ese mandato: ¡escribe! Conforme pasa la vida y se acerca a su fin, escribir se ha ido convirtiendo en una forma de orar, en un dar gracias por lo vivido, una manera de tratar que la posteridad no se olvide de nosotros tan pronto, que nuestra presencia dure un poco más. Tengo el deseo, aunque no se si algún día tenga el valor, o la oportunidad, de llevarte mis escritos, pedirte que los leas y que ratifiques o no tus comentarios de lustros atrás: ¡Tienes talento, escribe!
Carta a mi mismo
16 diciembre 2020
El día de hoy, de adulto a adulto siento esta carta, redundante, ya sabes todo de mí. ¿Para que te lo cuento? Si, mis pensamientos, cual grillos, saltan de un lado a otro. Pero tu estas aquí, tu los ves. Conoces mis intenciones y sentimientos ya sean de búsqueda, frustración o de amor.
Lo que, si te pudiese decir, a ti Paco de quince años, yo un viejo sesenta años mayor que tu, son dos consejos:Cuida tu cuerpo. Yo di por sentado que el mío, con muy pocos cuidados seguiría bien hasta el día de mi muerte a pesar de mis muchos excesos, en el comer , beber, fumar, no ejercitarme y estresarme. No fue así. Esta carcaza, vehículo de mi existencia terrenal se ha deteriorado mucho más que la de otros contemporáneos. ¿Qué Cómo le vas a hacer?... Investiga , pero hazlo. Hoy a esta vetusta edad tengo deseos de salir, viajar, bailar, hacer el amor, pasear, comer, celebrar …Por todos lados mi cuerpo me señala fallas y acabo sin poder concretar mis sueños.Entrégate a algo, o a alguien, deja tu egoísmo fuera…los demás si existen. Sin embargo, quiérete, ámate, cuídate y protégete. Olvida los mandatos y las creencias que en el pasado te impusieron. Acuérdate eres libre, puedes decidir, tu misión es ser feliz. Yo he cargado karmas y mandatos de varias generaciones atrás. ¡No lo hagas! No se puede reparar el pasado. Solo vive el instante, el aquí y ahora. Carpe Diem.
Mi primera Rayuela
1.TIERRA
2.Un pan recién horneado y un buen café. 3. El encierro, el mundo desde mi ventana. Los pájaros.4. En gran armonía con mi mujer.5. Hojeando libros de fotos de Chata, Luli, mis 65 años, los 70,…6. Sentado en la escalera del Archivo Diocesano de Santiago7. Con neumonía en el hospital de Valle de Bravo 8. Seleccionando fotografías para mi libro de 75 años 9. Ver jugar a Manu, la menor de mis nietas.10. CIELO: Pasada la pandemia, Caminando junto al mar
1.TIERRA. Polvo milenario. Deshechos de siglos. Lo físico, lo concreto. Las reglas. El ciclo de la vida. La inevitable realidad. 2.Un pan recién horneado y un buen café. Me recuerda Europa: Paris, Barcelona, Valencia, Málaga, Biarritz... Como la oración de la mañana, disfrutar el café con “croissants” o “pettite pan au chocolat”. Vacaciones, tiempo libre, caminar, vagar, conocer. Sentirme libre. 3.El encierro, el mundo desde mi ventana. Los pájaros. Ya van nueve meses de encierro , sin salir de casa para nada. Mi estudio es una cárcel bien montada, con comodidades, pero prisión, al fin… Los pájaros gozan zambullirse en una pileta de piedra. Mientras los colibríes, con su vuelo inquieto, extraen el néctar de los azahares. Son libres , pienso para mí.
4. En gran armonía con mi mujer. Que difícil puede ser convivir con otra persona. Adriana y yo tenemos gustos similares lo que nos da muchas oportunidades de juntos pasarla bien. Compartimos desde una buena comida, un buen libro, película o serie, una llamada a mis hijas, a amigos queridos, rediseñando algo en la casa, planeando el próximo viaje, cuidándonos del Covit. Participando en múltiples sesiones de Zoom.
5. Hojeando los libros de fotos de Chata, Luli, mis 65 años, los 70, … ¿Te acuerdas madre, cuando dejaste este mundo y te fuiste a uno desconocido? Me dolía el alma, pero no podía llorar. Tenia atravesada el dolor entre el pecho y la garganta. No fue sino hasta que estuve haciendo tu libro: “Chatita”, que ocasionalmente salía un gemido desde lo mas profundo de mi. Fue así: poco a poco, lagrima por lágrima, que fue saliendo mi dolor. Al ver tu libro, 11 años después de tu partida, me sigue doliendo el no tenerte con nosotros.
Hacer tu libro me inauguró como autor de libros de retratos, de álbumes familiares para gentes queridas. Cuando murió Luli , mi querida tía, hice uno en su honor, lo mismo el de mi padre para sus 95 años. También les regalé la confección de sus libros a Aránzazu, mi hija, por sus 40 años y el de mi mujer por los 60. Así me incorporé al mundo del libro.
6.
7. Con neumonía en el hospital de Valle de Bravo. De un momento a otro no podía respirar. La fiebre aumentaba rápidamente ya tenia 39 grados, empezaba a delirar. No me podía sostener de pie. El malestar me adormecía, deseaba tirarme a dormir y no levantarme, dejarme ir, me envolvió de una sensación de calor y de paz.
<<Vámonos al hospital>> , dijo mi mujer. Marissa , la señora que nos ayuda en casa convocó a Concho, su esposo y mi amigo, quien años antes había sido mi lanchero y maestro en el arte de la vela. A su vez el llevó a su hermano. Me cargaron entre todos y me llevaron al Hospital General Regional. Entramos por emergencias. La atención fue muy rápida. Adriana tuvo que salir a comprar una medicina pues no tenían en el sanatorio. Me sentía en paz, sólo observaba lo que pasaba. Veía caras de extrañamiento en el personal médico y las familias de otros pacientes, muchos eran campesinos o albañiles, resaltaba que no éramos de su misma posición social.
8. Seleccionando fotografías para mi libro de 75 años.
Los libros que tengo conmemorando mis pasados cumpleaños: los sesenta y cinco, los setenta, los hizo Arancha, mi hija, que ahora entre Covit , la mayor distancia entre nuestras casas y una bebé nueva, no creo que este año vaya a poder hacer algo.
Me lo debo, me dije y desde hace meses – sin constancia, pero con un cierto rumbo he ido seleccionando las mejores fotos de cada etapa de mi vida. Son muchos años, por tanto, muchas fotos. Acomodarlas no es fácil si quiero que quede un libro de tamaño razonable. Tengo aún mucha tarea por hacer. Recordar muchos momentos bellos me han llenado de alegría el corazón.
9. Ver jugar a Manu, la menor de mis nietas.
Su sonrisa y carita de inteligencia me vuelve loco, desde muy pequeña. Cuando era aún una beba de menos de un año establecimos contacto. Yo tarareaba una canción que compuse para ella : “Hola Manu, hola mi chiquita, hola Manu, mira que bonita , …”, ella se movía siguiendo el ritmo. Cada vez que nos veíamos llevábamos a cabo con alegría nuestro amoroso rito.
10. CIELO: Pasada la pandemia, Caminando junto al mar en Santander.
Ese día señalará que la epidemía pasó, que la sobreviví junto con mi mujer y que estamos disfrutando la belleza, seguridad, buena mesa y recuerdos familiares que nos brinda Cantabria.
FRASES RAYUELA
AMPLIFICANDO Rayuelas
2. Un pan recién horneado y un buen café.
Olor perfumado.
Al tostarse invade el ambiente.
Provoca una pausa.
La primera vez que probé un croissant.
Café fuerte, con sabor claro.
Centro de la tertulia.
Falta un cigarrillo.
Un”tinto” en Colombia,Un Cafessiño” en Brasil o un Macciato en Italia.
Mantiene el estado de alerta.
No es posible filosofar sin café.
Bebida para el alma.
Despertador para el nuevo día.
6. Sentado en la escalera del Archivo Diocesano de Santiago
La historia pasa frente a mis ojos. Desfilan
Los millares de peregrinos.
Los Reyes Católicos.
Los jóvenes estudiantes.
- En la iglesia venden estampitas y rosarios
- En los chiringuitos tartas de Santiago
Los bailes frente a la catedral. Jóvenes bailando muñeiras.
La baja estatura de los adultos.
El botafumeiro.
El pútrido aliento del guía.
La jerarquía del clero: el obispo, el arzobispo, el cardenal.
Lo oscuro de la catedral.
Con el viento nos susurran las almas viejas de nuestros ancestros…
Secretos guardados en bodegas, archivos y sacristías y en las conciencias.
La doble moral de los curas.
El lamento de la gaita tocada bajo los puentes.
El descubrir algo de la vida de nuestros ancestros muertos tiempo ha.
Los secretos de mis muertos
9. Ver jugar a Manu, la menor de mis nietas
Manu es muy bonita.
Tiene ojos vivaces.
Es alegre y juguetona.
Es traviesa.
Platicadora.
Muy activa, gusta de saltar.
Me recuerda a su madre de niña y tal vez a la mía también.
Tiene chispa y una sonrisa perene.
Que será, será. ¿solo Dios sabe?
Hoy es una niña preciosa, dulce y cariñosa.
He recuperado la historia perdida
Por las mañanas, después de tomar un café y un croissant, deambulaba por las calles de París con la certeza de que encontraría una señal que me indicaría el camino futuro, la dirección de mi vida.Mientras caminaba por Boulevard Saint Germain repetía sin cesar la letra la canción ¿Que será, será? , ¿Qué será, será? Me senté en la banca del parabus. Saqué un Gaulois de su envoltura azul y lo empecé a fumar. El fuerte tabaco me hizo toser. Si quería fumar es lo que había, nada de tabaco rubio. A veces fumaba pipa, aunque era más por parecer intelectual que por el placer de usarla. Caminé un poco mas, entré a una librería de viejo a curiosear libros. Me senté a tomar un café. Seguí caminando hasta caer rendido. Al fin del día reconocí que no había encontrado ningun signo o señal que indicase mi camino.
A lo lejos , se oía la versión en inglés de “The Sound of Silence”. Entré a un bar, pedí na cerveza, ya cansado me subí a acostar. ¿Me estaba volviendo la depresión? ¡Me empezaba a perseguir la soledad! Vivía en un pequeño departamento para estudiantes en el barrio latino, en la calle de la Ancien Comedíe. No podía caer nuevamente en la tristeza profunda Ni vivir saturado de fármacos para la ansiedad, depresión y pastillas para dormir, teniendo los sentimientos congelados y sintiéndome como un robot. Quería estar vibrante. Lleno de energía y optimismo. Vivir. Tenía que ser paciente, mi poca tolerancia, mi impaciencia fue lo que me jugó en contra en Atlanta. Tenía que aprender. Me inscribí a un taller de meditación budista tres veces por semana. Iba regularmente mientras continuaba con mis clases de francés para extranjeros en la Sorbona.
En el budismo el enfoque es el aquí y ahora. El momento presente es el único que cuenta, el pasado ya se fue y el futuro no existe. Puse mi energía a estar presente , en no divagarme. Disfruté los colores y la luminosidad de cada día, el canto de los pájaros al amanecer y en la tarde cuando van a descansar. El cambio de hojas de los abetos en el otoño. El olor a café por las mañanas. El acento de mi profesora de francés tan elegantemente gutural. Los paseos en autobús por la ciudad, y los recorridos en el Metro. En el Jeux de Pomme y la Orangerie, me hechizaron los cuadros de los impresionistas. Al percibir tanta belleza del exterior mis defensas empezaron a ceder. Me estaba dando permiso de alejarme del serio mandato que me había endilgado mi abuelita, casi como un bautizo de fuego : “Todos los hombres de tu familia son importantes” , infiriendo que yo también lo debía de ser.
Bueno, al fin estaba empezando a entender algo: no me movía el visualizarme importante, no me interesaba. Tenía que seguir buscando y hallar lo que sí es relevante para mi… Pasados meses de búsqueda reconocí que tanto la seguridad física y económica como la comodidad son importantes para mi. Decidí regresar a México, a mi destino a tratar cumplir el mandato familiar. Mis sueños de poeta se quedaron en la maleta del olvido.
Acuérdate Carmela
Acuérdate cuando bailando en una verbena en el Club España, me ponías el brazo como barrera para mantenerme alejado. Mi atracción competía con tu recato, por momentos era una lucha buscando ganador.Hubo batallas largas y otras cortas, algunas. veces cedías y se acercaban nuestras almas- nuestros cuerpos todavía no-.Por alguna razón que no comprendo, seguí obstinado contigo, a pesar de tus muchos rechazos, o tal vez por eso. Me alegraba verte caminar, gira y ligera, sonriente siempre alegre, estrenando alguno de los vestidos de corte recto que te hacía tu mamá.
Te acuerdas que dentro de mis numerosos intentos de conquistarte hubo tres declaraciones de amor. Por fin, casi diez años después, en la última tuve éxito, me diste el “si”. Yo llevaba cinco años viviendo solo y estaba harto de mi situación, no sabía que hacer con mi tiempo libre, me abrumaba la soledad. Todos nuestros amigos habían dejado la soltería, ya vivían con sus parejas. A los seis meses de que me diste el “sí”, nos casamos.
No teníamos plan de vida, solo estar juntos y pasarla bien. El primer tropiezo fue el día que regresamos de la luna de miel. Tú, sonámbula, con fiebre y una fuerte infección intestinal, tratabas insistentemente de abrir la ventana de nuestro departamento-en la tercer planta- para salirte a refrescar. Yo preocupado que fueses a caer, cerré con candado todas las ventanas de la casa. Ese fue el principio de una vida en pareja de muchos años. Los meses gloriosos posteriores a la luna de miel se fueron alejando cada vez más. Nuestra relación se fue sepultando en lo cotidiano y en cambios que no supimos, bien a bien, como manejar. Tomamos caminos distintos: tu la casa, las hijas, la familia, las amigas; yo el trabajo, las ocasionales fiestas y parrandas para liberar presiones. El desgaste fue lento pero continuo. Las alegrías provenientes de nuestras hijas hacían soportable la creciente lejanía de nuestra relación.Hasta que veintiocho años después, nos divorciamos. Me volvi a casar.
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