Nací el 20 de septiembre de 1969, Ciudad de Guatemala.
Sobre
escribir podría decir muchas cosas, esta vez sólo te diré que al
escribir se encienden todas las estrellitas de mi constelación interna y
que cada día me acostumbro más a verlas encendidas. Gracias por ayudar
en eso.
1. Mi Rayuela
Delgados y densos son los hilos.
Los hilos que penden tanto de la libertad como la esclavitud.
Se pierde la libertad de forma sutil
como se gana la esclavitud.
Nos volvemos esclavos
de formas distintas, sutiles, ni forzadas, ni violentas
lentamente, suave como un rumor,
que arrastra a la sordera que provocan pesados
eslabones
como el ego, la codicia, la ambición y el deseo.
1.
Habitante de dos mundos
Shute era alegre, por consiguiente, amigable. Joven, ágil y muy
inteligente. Aunque era simpático en el día a día, Shute era
también un asiduo ladrón. Era un sujeto con la categoría ya de un personaje en el campamento maderero que
se asentaba en un bronquio del planeta.
Llegó a ese sitio conocido como “el
hormiguero” muy joven. Fue el único que sobrevivió de una familia de
seis, si asi es, esa familia singular por si fin trágico, fueron devorados por una jauría de perros de caza que habían perdido el control. Así que su libertad fue mutilada casi desde
que abrió los ojos.
Al sobrevivir tuvo acceso a dos mundos, aprendió a
ocultarse del vuelo del águila a la sombra de un viejo y oxidado carro. Creció
escuchando al mono aullador y a la moto sierra. Y amó desde siempre el
delicioso sabor del chocolate y el agradable aroma del chicle de fruta. Aunque
los causantes de su enajenación temporal siempre fueron las hojas empacadas. Esas
le hacían entrar en un estado de verdor absoluto, un estado de paz que el mismo
machete le parecía un arco íris y el fuego un cálido abrazo maternal.
Shute vivía en medio de dos mundos. Dos mundos
en conflicto. El violento encuentro de estos dos mundos en pugna provocaba
chispas, chispas incendiarias, chispas de dolor, de ambición y muchas veces de
caos, pero también algunas veces liberaba chispas de
esperanza, de amistad y de amor, de sorpresa y de conocimiento.
Todo pasaba en
este grandioso y hermoso muro verde que atrae a lo mejor y a lo peor del mundo,
al protector y a la oscuridad, al que ama la libertad y al que venera la
esclavitud. Esos eran los mundos de Shute. Él estaba allí. Estaba vivo y
aferrado a vivir. Era un vago de la selva ávido de aventura y conocimiento. Un
testigo de esa colisión de mundos. Siempre libre y esclavo. No por decisión
propia, no por suerte. Entonces ¿por qué?
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