sábado, 13 de junio de 2020

Danilo Castillo y el "Shute"






Nací el 20 de septiembre de 1969, Ciudad de Guatemala.
Sobre escribir podría decir muchas cosas, esta vez sólo te diré que al escribir se encienden todas las estrellitas de mi constelación interna y que cada día me acostumbro más a verlas encendidas. Gracias por ayudar en eso.





Danilo Castillo

1. Mi Rayuela

Delgados y densos son los hilos.
Los hilos que penden  tanto de la libertad como la esclavitud.
 Se pierde la libertad de forma sutil 
como se gana la esclavitud. 
Nos volvemos esclavos
de formas distintas, sutiles, ni forzadas, ni violentas 
 lentamente, suave como un rumor, 
 que arrastra a la sordera que provocan pesados eslabones
 como el ego, la codicia, la ambición y el deseo.


1.

Habitante de dos mundos


Shute era alegre, por consiguiente, amigable. Joven, ágil y muy inteligente. Aunque era simpático en el día a día,  Shute era también un asiduo ladrón. Era un sujeto con la categoría ya de un personaje en el campamento maderero que se asentaba en un bronquio del planeta. 

Llegó a ese sitio conocido como “el hormiguero” muy joven. Fue el único que sobrevivió de una familia de seis,  si asi es, esa familia singular por si fin trágico, fueron devorados por  una jauría de perros de caza que habían perdido el control. Así que su libertad fue mutilada casi desde que abrió los ojos. 

Al sobrevivir tuvo acceso a dos mundos, aprendió a ocultarse del vuelo del águila a la sombra de un viejo y oxidado carro. Creció escuchando al mono aullador y a la moto sierra. Y amó desde siempre el delicioso sabor del chocolate y el agradable aroma del chicle de fruta. Aunque los causantes de su enajenación temporal siempre fueron las hojas empacadas. Esas le hacían entrar en un estado de verdor absoluto, un estado de paz que el mismo machete le parecía un arco íris y el fuego un cálido abrazo maternal.

Shute vivía en medio de dos mundos. Dos mundos en conflicto. El violento encuentro de estos dos mundos en pugna provocaba chispas, chispas incendiarias, chispas de dolor, de ambición y muchas veces de caos, pero también algunas veces liberaba chispas de esperanza, de amistad y de amor, de sorpresa y de conocimiento. 

Todo pasaba en este grandioso y hermoso muro verde que atrae a lo mejor y a lo peor del mundo, al protector y a la oscuridad, al que ama la libertad y al que venera la esclavitud. Esos eran los mundos de Shute. Él estaba allí. Estaba vivo y aferrado a vivir. Era un vago de la selva ávido de aventura y conocimiento. Un testigo de esa colisión de mundos. Siempre libre y esclavo. No por decisión propia, no por suerte. Entonces ¿por qué?

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