lunes, 21 de junio de 2021

Escrituras en línea para el cuaderno cibernético ( mayo junio 2021)

La escritura invisible de nuestra emisión en línea, desarrolló en su proceso creativo y saltos entre metáforas y ficciones, recuerdos y narrativas.
Edna Aponte
Talleres en línea/ cafebrerías el Péndulo CdMx (2021)





 

Escrituras en línea para estos días: Astrid Rocha, Mireya, Karla Romero

  

ASTRID VANESA CORREA ROCHA

Nací en a ciudad de México en 1982 (traductora de Francés)
 

Estado del arte

 El dolor es algo que puede explicarse, pero que no se entiende. Es sólo mío, o sólo tuyo, aunque creas que tus remedios van a servirme porque a ti “te pasó lo mismo”.

            Apareció desde muy temprano, avisando que ya venía. Mi juventud e ignorancia me impidieron no alimentarlo. Con caídas, accidentes y malos hábitos, cobró fuerza.

            Antes, no pensaba mucho en el cuidado del cuerpo, no en realidad. Era como otras adolescentes, de esas que siempre existen, preocupada por mantenerme delgada y por parecer más señorita.

            Aquel aviso punzante detrás de la oreja fue el augurio de un viaje que no ha terminado. Hay dolores que son ciegos porque no saben dónde duelen. Terminan doliendo con la mayor intensidad en lo profundo de la mente-corazón.

            Los actores que se fueron sumando comienzan con un dentista. Luego, entre estudios y recomendaciones, hubo el tiempo suficiente para que se me inflamara el cuello, la nuca, el hombro… Llegué a pensar que me había lastimado la mano izquierda.

            De tantas explicaciones me aprendí el nombre de cada hueso de la columna. El viaje también comenzó con la fantasía de que un doctor iba a curarme, alguna medicina, la fantasía de alguna solución. Sin embargo, hoy, tras haber conocido a varios neurólogos, homeópatas, ortopedistas y quiroprácticos, doctores que no eran doctores y que me dieron flores de Bach, pomadas o masajes que me hicieron sudar, un brujo que quería quitarme el susto, con acupunturistas de pueblo y de ciudad, con acupunturistas que vienen de la Tierra Pura, hoy duele más y muy pocos días duele menos, duele diario y por momentos sin piedad. Del uno al diez puede llegar al once; de las emociones, mejor ni hablar.

            Pero no pintemos todo de gris. Hay esperanza. Más vale preferir el azul, el rosa, el morado y el naranja del cielo. Las claves son el disfrute y la tranquilidad, el cuidado.

            No puedo ser mi propia doctora, pero sí mi mejor amistad. Me he recetado descanso, una vida simple y menos estímulos. Con eso mi cerebro logra desinflamar. Han pasado ya veinte años de cansancio y ahora lo quiero volver a intentar. Romper el ciclo, reprogramar los nervios. Hay una doctora que me escucha, que no me cobra por levantar un brazo y que no se duerme durante mi consulta como producto de su edad; hay una medicina que no me da miedo, un trabajo que no me maneja, que yo puedo organizar.

            Regresa le esperanza como las nubes al cielo, mas el mayor remedio es no olvidar. Es la paradoja del esfuerzo relajado, la ambigüedad del disfrute sin excesos, la mente que se abre al sólo estar.

 

 

KARLA ROMERO

(nací en la ciudad de México y curso preparatoria, leo, escribo, sueño)



RECUERDO EQUINO

Cada quince días se iba a San Juan, toda la familia Romero se encontraba ahí, se platicaba, se cantaba tocaba guitarra, se comía mucho y se reía.Yo siempre iba, me gustaba ir, montar a caballo, comer dulces y papas, quedarme a dormir en los cuartos de adobe que siempre eran fríos y húmedos, tomar café que nunca sabia a café y al final, de regreso, pasar por un helado y más papas.Al llegar siempre veías un arco que decía: “San Juan de las Huertas” y atrás, el Nevado de Toluca. Era un pueblo pequeño, con muchos localitos de diversas cosas, gente quemada por el frío y enchamarrada a la una de la tarde, las mujeres, barrigonas y tapadas con u chal siempre cargaban una bolsa del mercado, los hombres, con sombrero de paja y bigotones, muchos canosos y con botas mugrosas de lodo seco caminaban de un lado a otro. Lo primero que veías de la casa era la carnicería de mi tía Pancho donde vendía un chicharrón incomible, duro como cemento.

-¡Niña!, ¿Verdad que si me quieres?- me decía mi tío Pancho, siempre era lo primero que decía al verme.
Mientras tanto ya mi tía Luisa había abierto el portón y el Obama, un gran danés más negro que Barack Obama se asomaba a la calle. Papico mi abuelo, mamàchelo mi abuela, mago mi tía y yo por fin nos podíamos bajar del coche, que siempre lo estacionábamos a lado del corral. Por fin habíamos llegado a San Juan y ya olía a caballo.

De niña me encantaban los caballos, hasta relinchaba como ellos e ir a San Juan significaba montar, claro que mi abuelo siempre lo ensillaba y me subía a él, papico siempre agarraba las riendas mientras yo sola arriba del caballo era feliz, nunca galopé pero fui feliz. Un caballo en específico me daba miedo, el Morgan, porque era gris con los muslos moteados y siempre relinchaba y se paraba en dos patas.

Yo montaba a la Casilda, una yegua blanca y tranquila, aunque existían otros caballos no recuerdo haberlos montado, en total eran más o menos cinco, cuatro tenían sus caballerizas juntas y el otro estaba al otro lado del corral.Siempre me gustaba ir por paja, escogía la más bonita y se la daba a todos los caballos, menos al Morgan.

Era bonito ver en el tapanco a mamàchelo, mi tía Luisa, mi tía Marta, mi tía Estelita “la nena”, mi tía Chuchi, mi tía Aurorita ahí sentadas, platicando y chismeando entre ellas mientras veían a los hombres sombrerudos montar a caballo.Mi tío Rodolfo, medio panzón y con bigote de morsa bien poblado como el de papico, andaba con su sombrero de charro, chaparreras y espuelas cabalgando por el corral, mi tío Pancho, chaparrito y flaquito con un sombrerote de charro y espuelas igual cabalgaba, papico y yo íbamos juntos en la Casilda, él con un sombrero de charro y su bigote, yo con un sombrerito azul y una sonrisa de oreja a oreja le hacíamos compañía a mis tíos.

Era bonito ver el nombre de cada caballo escrito en una tablita de madera pegada a una herradura y colgada en la puerta de las caballerizas de adobe y luego ver a mi tío Rodolfo sacar de la cantina una botella de tequila Herradura.Ahora, San Juan está cerca de ser una unidad habitacional para los Romero que el San Juan de antes con caballos.





 

                                                                         MIREYA LANDERO

 

ACUèRDATE DE TÍO NETO O SE ME FUE UNO DE LOS GATOS

La tristeza de no ver más tus ojos de gato me lanzó a buscarte en mi infancia. Hoy hablé con tu hermana, mi madre, y de un golpe todas tus casas llegaron en imágenes consecutivas. Porque en cada casa donde viviste, fuiste tío y padre a veces, ahí estuve y crecí un poco. Dentro de mí, buscando en la penumbra, llegué para abrir las puertas de cada hogar, entré despacio a las recámaras, me vi sentada en los sillones, caminando en los patios y calentándome en el sol.

En esas casas donde te visité descubrí tu pueblo, mis raíces mestizas mixtecas. Bailamos chilenas, diablos y rubios. Ahí se me hizo normal comer pozole con mole, chilate, chileajo, ticutasy aprendí a tomar mezcal. Por ti, por ustedes y tu geografía imaginada por mi, me enteré hasta muy grande que el chocolate se podía tomar con leche. Comencé poquito a poco, casi sin darme cuenta, a adoptar como mi lugar de origen un pueblo en el que no nací de cuerpo, pero sí de linaje.

Eras el alma de las fiestas, ahora sólo serás alma. Recuerdo escuchar una y cien veces la anécdota de las galletas en la boda y aunque siempre lo contabas igual y siempre terminaba en lo mismo: que tales galletas, regalo para los novios, terminaban en sus barrigas después de ir por ellas al rincón de los regalos porque no servían el banquete; todas las veces me reía. Te veía clarito, como en una película blanco y negro, como tú y tus amigos caminando a escondidas, casi de puntillas, buscar el lugar de los tesoros y llevarse a gran velocidad las apetecibles galletas. Eso sí, muy respetuosos de los otros presentes, el pequeño hurto era por hambre, algo que se puede perdonar.

Y que tal las historias de las tías abuelas solteronas que hasta que murieron, vivieron de sus recuerdos de haber pertenecido a la rancia buena sociedad del pueblo. Tu no eras el sobrino consentido, pero te querían por tus ojos azules, el consentido era el otro gato ojiverde, el más intrépido, el que más se mostraba; tu preferías quedar en la penumbra, al acecho.

Quizás encontraría muchas razones y sorpresas si pudiera desandar tus pasos por tu vida. Fuiste hijo de tu época, hombre de muchas mujeres e hijos desperdigados. Fuiste de mirada tierna de gato y quizás esa mirada me apaciguó más que a tus hijos no vistos. Tus ojos misteriosos se llevaron culpas y secretos que te aseguro se esfumaron con la bondad y alegría que dejaste, no me debes nada.

Tu y tu sangre me mostraron que los lazos de familia no son un modelo, que la vida es inesperada, difícil de comprender a veces. Ahora tendré el tiempo de pensar y tratar de entender, como tu tierra te jaló más que tu descendencia. Y ahora que pienso, no hay nada que entender y comprender, la vida es vivirla y desaparecer.

Aprovecharé la memoria, la que conservo y rescato y se la pediré prestada a los demás para hilar una manta que lleve los colores de mi familia, en donde todos aportamos hilos, colores y formas. Nuestra manta se va tejiendo con cada muerte y nacimiento a veces con materiales invisibles.

Quizás contigo inicie el “acuérdate” de una historia como tantas de familia, me acabas de dar un empujón con tu muerte.Ahora, necesito me sigas empujando a escribirte, a escribirme.

 

 

 

 




textos creados en el taller: